
Ya estamos llegando al final de agosto y queda apenas un mes para el final del verano. Otra vez más se ha pasado sin darnos cuenta. Parece que fue ayer cuando nos despedimos de los compañeros y compañeras de trabajo y nos fuimos a casa para revisar los últimos flecos del equipaje antes de marchar de vacaciones, ¿verdad? Ya sólo queda lo de siempre: vuelta a la rutina, a las jornadas partidas, el colegio de los pequeños, las actividades extraescolares… Qué pereza, ¿verdad? Pues te traemos otra noticia peor: el sol también se despide de nosotros (sobre todo en ciertas regiones del país) y nos acecha otra preocupación: ¿cómo obtenemos ahora vitamina D?
La vitamina D ayuda al organismo en la absorción del calcio y es fundamental en la prevención de enfermedades como la osteoporosis. Juega un papel importante en la contracción muscular, además de tener un rol de vital importancia en la regulación del sistema inmunológico frente a algunas patologías como el lupus, la artritis reumatoide, la diabetes tipo 1, la esclerosis múltiple, e incluso frente a algunos tipos de cáncer.
Uno de los métodos principales que tiene el organismo de adquisición de vitamina D es la síntesis dérmica tras la exposición al sol. Es por ello que durante el verano suele ser más fácil producirla, aunque el uso de fotoprotectores (por otro lado necesario para proteger nuestra piel) pueda dificultar la absorción de la radiación solar.
Si tenemos en cuenta que en gran parte de España, al encontrarse por encima del paralelo 35N, los rayos de sol sólo inciden con efectividad durante estos meses estivales, tenemos la respuesta a uno de los problemas de salud de mayor prevalencia en el país: la insuficiencia de vitamina D. Concretamente, se estima que en torno a un 84% de la población joven padece esta afección, cifra que en los mayores de 65 años se eleva hasta el 87%. Y claro, llega la pregunta, ¿qué hacemos ahora que se acaba el verano?
Pero no os preocupéis, hay hábitos que podemos adquirir para mantener unos niveles óptimos de vitamina D durante el año, y cuanto antes los incorporemos a nuestra rutina, más fácil será llevarlos a cabo.
- Exposición al sol. Aunque durante el otoño y el invierno sea más difícil localizar el astro rey en el cielo, entre tanta nube, sigue estando ahí. Por ello conviene intentar encajarlo en la rutina y exponerse como mínimo media hora diaria.
- Alimentación. Algunos alimentos también pueden ser una interesante fuente de vitamina D, como los productos lácteos, los pescados grasos o las setas, que pronto volveremos a encontrar en campos y montes.
- Suplementación oral. Puede ser útil apoyarse en tratamientos orales, siempre bajo prescripción médica, para alcanzar los niveles óptimos de esta vitamina.
Que no cunda el pánico, que aunque el sol comience a jugar al escondite cuando concluya el verano, sigue estando en nuestras manos mantener unos niveles adecuados de vitamina D.